FÉNIX

   

                                                            FÉNIX

Fénix es hijo del rey de Beocia, Amíntor y de la reina Alcímeda. Amíntor tiene una amante que es mucho más joven que él. Entonces Alcímeda induce a su hijo Fénix, quien es ya un joven muy apuesto, a que seduzca a la amante de su padre para que este la repudie. Fénix cumple el pedido de su madre, pero cuando Amíntor descubre la traición maldice a su hijo y le pide a los dioses que no le permitan tener descendencia. Y finalmente Amíntor deja ciego a Fénix, sacándole los ojos.
 
Fénix huye hacia Ftía, patria de los Mirmidones, donde reina Peleo, quien lo recibe y trata como si fuera su propio hijo. Luego, por petición de Peleo el centauro Quirón le restablece la visión y Fénix se convierte en un hombre sabio y prudente. Por eso Peleo lo nombra rey de la tribu de los dólopes, vecinos de Ftía, y le confía la educación filosófica y política de su hijo, Aquiles, quien nació de sus amores con Tetis, una diosa marina.

Como rey de los dólopes y a petición de Peleo, Fénix acompaña a Aquiles a la guerra de Troya. Pero al poco tiempo Aquiles se niega a seguir peleando porque ha sido ofendido por Agamenón, comandante en jefe de los ejércitos griegos. Más los dioses han advertido que sin la participación de Aquiles los griegos no podrán vencer a los troyanos. De manera que, aconsejado por el viejo y sabio Néstor, Agamenón pide a Odiseo (Ulises), Ayante y Fénix, que hablen con Aquiles, que le pidan perdón en su nombre y lo convenzan de que vuelva a pelear contra los troyanos.

Aquiles, tan arrogante que es, no controla su enojo y no perdona a Agamenón. Es cuando el maestro Fénix interviene y le recuerda a Aquiles que su padre, Peleo, le encargó “que le enseñara a hablar bien y a realizar grandes hechos”. Esto, según la interpretación del antes mencionado ensayista argentino, es “la conciencia pedagógica de la política”, es decir, “hacer y explicar los actos, anticipar los hechos con palabras”, pensar muy bien lo que se dice y hacer cabalmente lo que se ha dicho.

“Aquiles, refrena tu ánimo fogoso”, le reconviene Fénix, y agrega: “No conviene que tengas un corazón despiadado, cuando los dioses mismos se dejan aplacar, no obstante su mayor virtud, dignidad y poder”.

Luego Fénix advierte a Aquiles que las Súplicas, hijas de Zeus, aunque son “cojas, arrugadas y bizcas, cuidan de ir tras de Ofuscación (Ate): esta es robusta, de pies ligeros y por lo mismo se adelanta, y, recorriendo la tierra, ofende a los hombres; y aquellas (las Súplicas) reparan luego el daño causado”. Sigue previniendo el prudente Fénix al impetuoso Aquiles, que cuando alguien desatiende a las Súplicas y se obstina en rechazarlas, ellas “se dirigen a Zeus Cronida (hijo de Cronos) y le piden que Ofuscación acompañe siempre a aquel para que con el daño sufra la pena”.

A pesar de esa enseñanza magistral Aquiles no cede ni se reconcilia con Agamenón, solo vuelve a la guerra después que el héroe troyano Héctor mata en combate a Patroclo, el amigo entrañable e íntimo de Aquiles.


Según la leyenda, después de la muerte de Aquiles en la guerra de Troya, Fénix se convierte en consejero de Neoptólemo (hijo de Aquiles) y cuando termina la histórica contienda viaja con él de regreso a Grecia. Pero Fénix no logra volver a su patria porque muere en el largo y accidentado trayecto de retorno.

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